El Occidental, en cualquier evento que suceda, concentra su atención en descubrir la relación causa-efecto: esto que sucede, ¿de qué causa proviene y qué efectos produce? La atención del oriental es distinta. Se interesa por la “causa ejemplar”: esto que observamos, ¿qué significa? ¿De qué realidad oculta puede ser símbolo?
No nos sorprenden por consiguiente las preguntas y las respuestas que leíamos en los escritos recientes sobre el método físico. Los lectores vienen instruidos del siguiente modo: ¿qué efecto psíquico produce la respiración controlada?, ¿cómo la posición humilde del cuerpo ayuda a suscitar los sentimientos humildes del alma?, etc. En consecuencia, el método físico (como el yoga) aparece a los ojos del hombre occidental como una especie de cultura gimnástica adaptada para los contemplativos.
No creemos que esté mal considerar el método desde este punto de vista. Si para favorecer el estudio se procura una higiene corporal apropiada, ¿por qué se deberá omitir semejante cuidado cuando se quiere orar intensamente, y no estar condicionados por particulares tensiones nerviosas?
Mas el problema fundamental del Hesicasmo es distinto. Se parte de la oración y, ésta por su naturaleza, vive del simbolismo, el cual, en su vértice, alcanza su valor sacramental. Ciertos símbolos, como los sacramentales “producen lo que significan”. En el rito del bautismo o de la Eucaristía también es una “causalidad física”, mas el efecto no proviene directamente de la acción material, sino del simbolismo vivido e interpretado en la Iglesia de Cristo. ¿No son los Sacramentos el vértice y el modelo de la oración cristiana?
Es del todo natural que ciertos gestos litúrgicos se hayan trasladado espontáneamente a la oración privada: el signo de la Cruz, inclinaciones, postraciones, etc. Pero la vida está llena de otros gestos. ¿Deben ser considerados como profanos? Volver “sagradas” las funciones principales de la vida es uno de los objetivos principales del “método”.
Texto de la Oración Hesicasta de la obra italiana: La Preghiera. E. ANCILLI. TOMÁS SPIDLÍK. La preghiera esicastica, I. Citá Nuova, Editrice. Roma 1990.
Traducción al Castellano: F. Panella
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