(Los resaltados no son de Eckhart sino del blog)
Me hicieron la siguiente pregunta: Que algunas personas se aislaban rigurosamente de los hombres y les gustaba estar siempre solos y de ahí provenía su paz así como del hecho de que se hallaban en la iglesia ¿si esto era lo mejor? Entonces dije: «¡No!» y ¡presta atención porque [no es así]! Quien está bien encaminado en medio de la verdad, se siente a gusto en todos los lugares y con todas las personas. Mas, quien anda mal, se siente mal en todos los lugares y entre todas las personas. Pero aquel que anda por buen camino, en verdad lleva consigo a Dios. Mas, aquel que bien [y] en verdad posee a Dios, lo tiene en todos los lugares y en la calle y en medio de toda la gente exactamente lo mismo que en la iglesia o en el desierto o en la celda; con tal de que lo tenga en verdad y solamente a Él, nadie podrá estorbar a semejante hombre.
Me hicieron la siguiente pregunta: Que algunas personas se aislaban rigurosamente de los hombres y les gustaba estar siempre solos y de ahí provenía su paz así como del hecho de que se hallaban en la iglesia ¿si esto era lo mejor? Entonces dije: «¡No!» y ¡presta atención porque [no es así]! Quien está bien encaminado en medio de la verdad, se siente a gusto en todos los lugares y con todas las personas. Mas, quien anda mal, se siente mal en todos los lugares y entre todas las personas. Pero aquel que anda por buen camino, en verdad lleva consigo a Dios. Mas, aquel que bien [y] en verdad posee a Dios, lo tiene en todos los lugares y en la calle y en medio de toda la gente exactamente lo mismo que en la iglesia o en el desierto o en la celda; con tal de que lo tenga en verdad y solamente a Él, nadie podrá estorbar a semejante hombre.
¿Por qué?
Porque posee únicamente
a Dios y pone sus miras sólo en Dios, y todas las cosas se le convierten en puro
Dios. Semejante hombre lleva consigo a Dios en todas sus obras y en todos los
lugares, y todas las obras de este hombre las opera sólo Dios; pues, la obra
pertenece más propia y verdaderamente a quien es causa de ella que a quien la
ejecuta. Si concentramos, pues, nuestra vista pura y exclusivamente en Dios, Él,
en verdad, habrá de hacer nuestras obras y nadie, ni la muchedumbre ni el lugar,
son capaces de detenerlo en sus obras. Resulta, pues, que a tal hombre nadie lo
puede estorbar porque no ambiciona ni busca ni le gusta nada fuera de Dios;
porque Él se une con el hombre en todas sus aspiraciones. Y así como ninguna
multiplicidad lo puede distraer a Dios, así nada puede distraer ni diversificar
a este hombre ya que es uno solo en lo Uno, donde toda multiplicidad es una sola
cosa y una no-multiplicidad[5].
El hombre debe
aprehender a Dios en todas las cosas y ha de acostumbrar a su ánimo a tener
siempre presente a Dios en ese ánimo y en su disposición y en su amor. Observa
cuál es tu disposición hacia Dios cuando te encuentras en la iglesia o en la
celda: esta misma disposición consérvala y llévala contigo en medio de la
muchedumbre y de la intranquilidad y de la desigualdad. Y —como ya he dicho
varias veces— cuando se habla de igualdad no se afirma que todas las obras o
todos los lugares o toda la gente tengan que considerarse como iguales. Esto
sería un gran error, porque rezar es una obra mejor que hilar y la iglesia es un
lugar más digno que la calle. Debes conservar, empero, en todas tus obras un
ánimo y una confianza y un amor hacia Dios y una seriedad siempre iguales. A fe
mía, si estuvieras así equilibrado, nadie te impediría tener presente a tu
Dios.
Pero en quien Dios no
vive tan de veras, sino que le hace falta, continuamente, aprehender a Dios
desde fuera en esta cosa y en aquélla, y si busca a Dios de manera despareja, ya
sea en las obras, o entre la gente, o en [determinados] lugares, éste no posee a
Dios. Y fácilmente habrá alguna cosa que lo estorbe a semejante hombre porque no
posee sólo a Dios y no busca ni ama ni aspira sólo a Él; y por ello no lo
estorban únicamente las malas compañías sino también las buenas y no sólo la
calle sino también la iglesia, y no sólo las palabras y obras malas, sino
también las palabras y obras buenas, porque el impedimento se halla dentro de
él, ya que Dios, en su fuero íntimo, no se le ha convertido en todas las cosas.
Pues, si fuera así, estaría contento y a gusto en todos los lugares y con todas
las personas porque él poseería a Dios y a Éste nadie se lo puede quitar ni
estorbarlo en su obra.
¿En qué consiste
entonces, esta verdadera posesión de Dios de modo que uno lo tenga en
verdad?
Esta verdadera posesión
de Dios depende de la mente y de una entrañable [y] espiritual tendencia y
disposición hacia Dios, [y] no de un continuo y parejo pensamiento [cifrado] en
Dios; porque esto sería para la naturaleza una aspiración imposible; sería muy
difícil y además no sería ni siquiera lo mejor de todo. El hombre no debe tener
un Dios pensado ni contentarse con Él, pues cuando se desvanece el pensamiento,
también se desvanece ese Dios. Uno debe tener más bien un Dios esencial que se
halla muy por encima de los pensamientos de los hombres y de todas las
criaturas. Este Dios no se desvanece, a no ser que el hombre voluntariamente se
aparte de Él.
Quien posee a Dios así,
en [su] esencia, lo toma al modo divino, y Dios resplandece para él en todas
las cosas; porque todas las cosas tienen para él sabor de Dios y la
imagen de Dios se le hace visible en todas las cosas. Dios reluce en él en todo
momento, y en su fuero íntimo se produce un desasimiento libertador y se le
imprime la imagen de su Dios amado [y] presente. Es como en el caso de un hombre
que sufre agudamente de verdadera sed: puede ser que haga algo que no sea beber,
y también podrá pensar en otras cosas, pero haga lo que hiciere y esté con
cualquier persona, cualesquiera que sean sus empeños o sus ideas o sus acciones,
mientras perdure la sed no le pasará la representación de la bebida, y cuanto
mayor sea la sed tanto más fuerte y penetrante y presente y constante será la
representación de la bebida. O quien ama una cosa ardientemente [y] con todo
fervor, de modo que no le gusta ninguna otra ni lo afecta en el corazón fuera de
ésta [la amada], y sólo aspira a ella y a nada más: de veras, a este hombre,
dondequiera y con quienquiera que esté o cualquier cosa que emprenda o haga,
nunca se le apagará en su fuero íntimo aquello que ama tan entrañablemente, y en
todas las cosas hallará justamente la imagen de esa cosa y la tendrá presente
con tanta más fuerza cuanto más fuerte sea su amor. Semejante hombre no busca
[la] tranquilidad porque ninguna intranquilidad lo puede perturbar. Este hombre
merece un elogio mucho mayor ante Dios porque concibe a todas las cosas como
divinas y más elevadas de lo que son en sí mismas. De veras, para esto se
necesita fervor y amor y [hace falta] que se cifre la atención exactamente en el
interior del hombre y [que se tenga] un conocimiento recto, verdadero, juicioso
[y] real de lo que es el fundamento del ánimo frente a las cosas y a la gente.
Esta [actitud] no la puede aprender el ser humano mediante la huida, es decir,
que exteriormente huya de las cosas y vaya al desierto; al contrario, él debe
aprender [a tener] un desierto interior dondequiera y con quienquiera que esté.
Debe aprender a penetrar a través de las cosas y a aprehender a su Dios ahí
dentro, y a ser capaz de imprimir su imagen [la de Dios] en su fuero íntimo,
vigorosamente, de manera esencial. Comparémoslo con alguien que quiere aprender
a escribir: de cierto, si ha de dominar este arte, tiene que ejercitarse mucho y
a menudo en esta actividad, por más penoso y difícil que le resulte y por
imposible que le parezca; si está dispuesto a ejercitarse asiduamente y con
frecuencia, lo aprenderá y dominará este arte. A fe mía, primero tiene que fijar
sus pensamientos en cada letra individual y grabársela muy firmemente en la
memoria. Más tarde, cuando domina el arte, ya no le hacen falta en absoluto la
representación de la imagen ni la reflexión; entonces escribe despreocupada y
libremente… Y lo mismo sucede cuando se trata de tocar el violín o de cualquier
otra obra que ha de realizar con habilidad. A él le basta perfectamente saber
que quiere poner en práctica su arte; y aun cuando no lo haga en forma
continuamente consciente, ejecuta su tarea gracias a su habilidad sean los que
fueren sus pensamientos.
Del mismo modo, el hombre debe estar compenetrado de la
presencia divina y ser configurado a fondo con la forma de su Dios amado y
hacerse esencial en Él de modo que le resplandezca el estar presente [de Dios]
sin esfuerzo alguno y más aún: que logre desnudarse de todas las cosas y que se
mantenga completamente libre de ellas. Para conseguirlo se necesita, al
comienzo, de la reflexión y de un atento ejercicio de la memoria, tal como [le
hacen falta] al alumno en [el aprendizaje de] su arte.
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